El secuestro de la ciencia
Nov 29, 2023En mi anterior entrada me preguntaba “Quo Vadis, ciencia?” ¿Hacia dónde vas, ciencia? Y hacía la analogía de cuando secuestran al piloto en un avión y le hacen ir a un lugar donde no estaba previsto llegar. Hoy continúo mi reflexión sobre lo que yo defino como “el secuestro de la ciencia”.
La ciencia no trata solo de explicar las reacciones químicas o la estructura de una molécula. En ciencia hay preguntas grandes y preguntas pequeñas. Las pequeñas son las que tratan de eso, de lo cotidiano, así sea un trozo de sal o un planeta. Las grandes, hablan de nosotros, del humano, de nuestro propósito en la vida, nuestro origen y nuestro destino. Pero poco a poco, la ciencia se fue perdiendo las preguntas grandes y quedó atrapada en infinitas preguntas cada vez más pequeñas y de respuestas cada vez más dogmáticas.
Cuando hablo del secuestro de la ciencia, lo que estoy queriendo expresar es que el piloto tenía una dirección, pero alguien entró y cambió esa dirección. No estoy culpando a los científicos, sino a quienes deciden qué se estudia y qué no. Cualquiera que haya estado en la academia oficial sabe de esos juegos y de cómo adaptar los títulos (y los contenidos) de las investigaciones para que encajen en lo que las instituciones están financiando. Sea el anti-aging, el cambio climático o la vida en la luna. Los institutos de investigación investigarán aquello para lo que haya dinero. Porque investigar puede ser muy caro económicamente.
Puede que tú que lees no estés en la academia oficial o en los institutos de investigación y no tengas ese dato, por eso me parece importante compartirlo: no se investiga “lo importante”, sino aquello que los que financian quieren que investiguemos. Además, en un contexto muy concreto, el que ellos quieran darle, aunque luego aprovechen ese conocimiento para ponerlo en otro contexto. Por ejemplo, pueden dar financiación para estudiar ingeniería de tejidos, sistemas de liberación de fármacos que vayan a una célula en concreta, por ejemplo un condrocito y queden adheridos a ella y liberen allí el fármaco. Una vez desarrollado, eso mismo se puede utilizar en cientos de contextos, por ejemplo en células nerviosas.
Una de las sorpresas más dolorosas y de las preguntas que más me duele expresar es ésta: ¿Cómo puede ser que la ciencia, que nace desde el anhelo de conocer la verdad (y la verdad es la que nos hace libres), acabe siendo utilizada para justificar lo que unos pocos (que acumulan mucho poder) quieren? Si tienes duda de que eso es así, basta mirar hacia 2020 para ver cómo nos dijeron que había un grupo de “expertos” que nadie conoce ni nadie publica sus nombres, para justificar las medidas que los gobiernos (como voceros de los poderosos) quieren. Y hacernos creer que hay una justificación científica para esas creencia. De esa manera, en nombre de la ciencia, nos limitan las libertades, nos quitan los derecho y nos encierran en cárceles de oro (o de cemento).
¿Cómo podemos revertir esta situación? Podemos empezar revisando cada uno de los conceptos que hay ido conformando el modelo que tenemos, con una premisa clara: nunca creer algo que va en contra de mi observación personal. Y una segunda premisa: intentar expandir mi capacidad de observación para ampliar la visión de la vida y de las cosas. A eso se le llama consciencia.
La ciencia se basa en la observación. El método científico moderno, muy reciente en comparación con la historia de la humanidad, se basa en la observación que califica como objetiva, la mirada externa. Ahí empieza uno de los errores fundamentales, y la física cuántica lo aproxima muy bien: el efecto del observador. El mundo, por el propio hecho de ser observado, cambia. La consciencia humana crea. Entonces no existe tal cosa como una mirada aséptica objetiva. La mirada interna es también imprescindible. El equilibrio personal entre Ser y Saber.
Según los hermanos Barea, buscadores incansables de la verdad, nuestra sociedad en este momento no parece buscar la verdad, sino la seguridad que da la academia. Por eso nuestra ciencia, más que un método para conocer la verdad, se convirtió en una serie de dogmas, un cientifismo. Una dictadura científica en la que se sanciona a quien discrepa, quitándole la licencia (si la tiene) y hasta la vida. Nos han adoctrinado para conformarnos con la seguridad y no acercarnos a la verdad. Porque el conocimiento nos aleja del miedo, y el miedo es la principal arma de control.
Necesitamos recuperar la metodología y la orientación, siguen los hermanos Barea. Nuestra ciencia, absolutamente materialista y mecanicista se ha dedicado a dividir. Y está bien dividir para observar mejor, pero la única manera de comprender es integrando. Necesitamos acercarnos al todo, no a la suma de partes. Reconectar con los valores. Porque los valores que se desprenden de la ciencia, de la mirada sobre la dinámica con la que funciona la vida, son los valores con los que construimos nuestra sociedad. Nuestra sociedad actual, no haría ni falta decirlo, se basa en la competitividad, la lucha por la supervivencia, el individualismo, la escasez y el azar, herederos de Darwin. Si tuviéramos una buena capacidad de observación veríamos fácilmente cómo ninguna de esas cosas realmente forma parte de la naturaleza. En cambio, sí lo son la cooperación, la simbiosis y la abundancia, así como el propósito. Eso nos daría un fundamento mucho más saludable para nuestra sociedad.
Freud dejó escrito que la primera herida más profunda que tiene el hombre moderno es la revolución copernicana, el hecho de quitar al hombre fuera del centro de la creación y dejarlo vagando por un universo sin sentido. Y la segunda es Darwin, en la cual el hombre es fruto del error y de la necesidad.
Otra de las mayores estafas científicas que se ha cometido y de la que he hablado extensamente en otros contextos, es el infame informe Flexner, la base del adoctrinamiento de nuestras facultades de medicina, que impuso una visión sobre la salud totalmente distorsionada, pero que sirve perfectamente a los intereses de quienes la financiaron: los Rockefeller.
Necesitamos recuperar una ciencia que se acerque a la verdad, lejos de los intereses económicos. Una ciencia que recupere la observación externa e interna, la integración del conocimiento más allá de la separatividad de las observaciones, que integre lo material y lo inmaterial, porque al final, lo que da vida a lo que vemos es precisamente lo que no vemos.
Te animo a buscar la verdad, a cuestionarte cada creencia, a basarte en tus propias observaciones para poder discernir, a compartir con otros lo aprendido para juntos, poder recuperar una ciencia que realmente nos hable de la verdadera naturaleza de las cosas.
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