¿Inteligencia artificial o adoctrinamiento?
Feb 23, 2023
Ana María Oliva, quien es ingeniera industrial y doctora en biomedicina, nos regala una profunda e interesante reflexión sobre la inteligencia artificial. ¿Es realmente inteligente la llamada IA? ¿Es neutral o está manipulada por algún criterio? ¿Cuáles son sus beneficios y cuáles podrían ser sus riesgos? Todas estas preguntas las analiza y responde de una forma reflexiva, coherente y profundamente humana.
La inteligencia artificial es un tema de vanguardia que está dando mucho de qué hablar en los últimos tiempos. Por ello, es importante tener un criterio propio acerca de este cuestionado y creciente avance de la tecnología.
Primero debemos empezar definiéndola. La inteligencia artificial es un software automatizado con funciones y respuestas programadas bajo ciertos criterios. Se trata de un algoritmo o programa que le indica a una determinada máquina (hardware) cómo procesar una serie de datos, a fin de encontrar patrones entre ellos y arrojar ‘respuestas’ o funciones automatizadas.
¿Un criterio sesgado?
Como señala Ana María Oliva, “la inteligencia artificial es un software, un algoritmo, un programa. Es decir, ha habido alguien que ha estado tecleando el código que lo ha programado.”
“Nos dicen que la IA tiene una cierta capacidad de aprender por sí misma, pero eso no es más que una manera de decir que ese algoritmo ha sido programado para que se vaya modificando a medida que se va ejecutando. Por eso es muy importante que tengamos claro que eso de ‘inteligencia’ no tiene nada.”
La inteligencia artificial no es más que un algoritmo diseñado por uno o varios programadores, el cual tiene cierta capacidad de modificarse a medida que se va ejecutando. Y allí es donde encontramos el primero de los desafíos de la denominada IA. ¿Cuáles son los criterios o valores que se usan para construir ese algoritmo? ¿Cuál es el sistema de valores o de creencias con el que se programa esa inteligencia artificial?
Oliva asegura que “si hacemos pruebas con cualquiera de las inteligencias artificiales ahí fuera, veremos que tienen un sesgo de raza y de ideología muy grande. Es más, Bill Gates lo decía, que la inteligencia artificial puede convertir a todos en liberales y puede acabar con todas las teorías conspirativas. Él dice que la inteligencia artificial tiene el potencial de erradicar la desinformación digital de internet, que combatirá la polarización política y convertirá a todos en liberales en una generación. Ahí nos deja claro que esa inteligencia artificial no es más que un adoctrinamiento. Es una programación no sólo para un determinado hardware, sino para nuestros cerebros.
La IA no es neutral, tiene sesgo ideológico, tiene un propósito que es el de hacer un pensamiento único, que sólo haya un tipo de información disponible en la red y que, por tanto, cada vez que tú quieras tener información sobre algo, la única que te aparezca, sin contraste ninguno, sea la que ellos quieren.”
En base a esto, la pregunta que nos debemos hacer es ¿quién se ha otorgado ese poder a sí mismo para decidir qué ideología es la que impera? Evidentemente no ha sido el común de la población, esa gran masa de seres humanos que habitamos este planeta y que somos los directamente beneficiados -o afectados- por estas tecnologías. La población general no ha otorgado ningún poder a nadie para tomar decisiones o diseñar algoritmos basados en criterios que podrían considerarse sesgados.
Parece ser el mismo conflicto de intereses de siempre, y la pregunta no es si eso se puede hacer, o si se pueden hacer máquinas que de alguna manera obedezcan los valores humanos. La gran pregunta es ¿qué humanos son los que van a decidir esos criterios y en base a qué?
Como afirma Ana María Oliva, “en los últimos tres años, venimos viendo que algunas personas se erigen como ‘dueños del mundo’, como ‘dueños de la tierra’, como ‘dueños de los gobiernos’, y hemos visto el impacto que sus decisiones han tenido a nivel global. Así que, el primer desafío que tenemos de algo que quieren llamar inteligencia, pero que en realidad es un software, es ver qué valores están detrás de esa programación y cómo se van a elegir esos valores. ¿Se hará algún congreso para elegir? ¿Se planteará alguna discusión? ¿Se convocará a los ciudadanos para elegir a la persona que decide cuáles son los valores y por qué?.”
Cuestión de contexto
Otro de los grandes desafíos de la inteligencia artificial es que pareciera no tener contexto, porque es un software automatizado que no tiene una inteligencia real, como la humana, para analizar criterios y evaluar entornos.
Oliva ejemplifica esta afirmación con la aplicación Google Maps, afirmando que “es una herramienta fenomenal y muy útil, en especial cuando uno se mueve por lugares que no conoce, pero te lleva al lugar donde tú quieres ir, sin considerar el contexto. Es decir, hay veces que te lleva por lugares absolutamente insólitos por los que tú nunca elegirías ir. Porque a la IA le da igual que sea de noche para ti, que a ti no te guste conducir por carreteras desiertas, o que sea peligroso, solo te va a ofrecer lo que técnicamente es más rápido o es factible.”
Esos factores ‘adicionales’ o de entorno, no están considerados por la IA porque son parte de un contexto más amplio, al cual solo podría llegar la inteligencia humana, porque los humanos sí actuamos de acuerdo a algún contexto. Estamos constantemente leyendo, escuchando, aprendiendo, actuando de forma inconsciente en base a algún contexto implícito, y según el conocimiento que tenemos del mundo -o entorno- en el que vivimos.
Código de valores
Los seres humanos tenemos un código de valores. Tenemos una serie de valores morales intrínsecos, y eso es lo que se debe respetar, más allá de ninguna orden o instrucción. Lo ideal, y el deber ser, es que cada ser humano pueda tener libertad de pensamiento y de decisión, que tenga la oportunidad de decidir si acata o no cierta “orden”, teniendo como base sus propios principios y valores.
“Si no tienes un código de valores, tal vez no seas tan humano. La inteligencia artificial no tiene ese contexto. Sólo buscará la manera más eficaz de hacer las cosas.”
Tecnología vs. deshumanización
La inteligencia artificial está presente de manera habitual en nuestras vidas. Está presente en numerosas tareas que hacemos y en infinidad de herramientas tecnológicas que utilizamos, y que incluso usamos de manera inconsciente. Gracias a la IA tenemos asistentes de voz, automóviles ‘inteligentes’, domótica en nuestras casas, cientos y miles de aplicaciones que usamos en nuestro día a día; también nos permite hacer traducciones, transcripciones, subtitulado y muchas otras funciones que nos facilitan la vida. Sin embargo, tiene que haber un límite entre la automatización y la humanización. Porque no podemos permitir que la IA deshumanice nuestra sociedad y nos haga seres cada vez más dependientes de un proceso automático o de una aplicación.
Hay que tener en cuenta que la tecnología actúa siempre por sustitución. Por ejemplo, una calculadora hace cálculos para sustituir esa tarea que es inherente del humano. Incluso ya podemos ver robots que dispensan fármacos en las habitaciones de los hospitales. Allí solo observamos la función más “material” del trabajo que antes ejecutaba una persona. Entonces, ya no hay interacción humano-humano, ni contacto, ni conversación, ni preocupación por el estado del otro. Ya no hay personalización, simplemente deshumanización.
“¿Realmente se puede sustituir el valor humano de una enfermera a través de un robot?”
Definitivamente la inteligencia humana no se puede sustituir, porque los seres humanos tenemos capacidad de pensamiento lógico. Tenemos inteligencia lógica, verbal, emocional, musical, interpersonal, corporal y, sobre todo, tenemos la intuición, que es lo que nos mueve a hacer las cosas.
Como afirma Ana María, “llamar inteligencia a un software es un verdadero insulto a la inteligencia humana. Un software artificial no puede tener intuición. Lo único que puede hacer es ejecutar procesos muy rápidos. Tan rápido que parece que los esté intuyendo, pero es simplemente un proceso automatizado.”
Los humanos tenemos la habilidad para acceder a realidades más elevadas, a trascender y acceder a la sabiduría a través de la intuición, la imaginación, la inspiración, la espiritualidad. Podemos sentir compasión, empatía, amor. Eso es humano. Esa es la verdadera inteligencia, no un software.
Todavía nos queda mucho por reflexionar y por avanzar como sociedad desde el ámbito de la consciencia y la espiritualidad, antes de abrazar a la inteligencia artificial como algo absolutamente positivo para el progreso y avance de la humanidad.
En los próximos meses, años y décadas seremos testigos del crecimiento exponencial de la tecnología. Lo importante es hacer una pausa reflexiva y analizar si el desarrollo tecnológico debería ir por delante de nuestra propia consciencia y naturaleza humana porque, de lo contrario, nos podríamos arrepentir de las decisiones que tomemos, dejando al “azar” nuestras vidas y permitiendo que una minoría decida lo que debemos hacer, pensar, decir, o cómo debemos actuar. Si una vez más aceptamos las cosas por comodidad, o sin pensar, aunque sea una sola vez, seremos parte de ese adoctrinamiento sin contraste, sin contexto y sin compasión.
Si deseas profundizar en este interesante tema y escuchar el discurso completo de Ana María Oliva, no te pierdas el episodio #5 de nuestro podcast TODO [con]CIENCIA.
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Ana María Oliva es ingeniera industrial, máster en ingeniería biomédica y doctora en biomedicina. Es científica, docente, conferenciante, divulgadora, curiosa y, además, es fundadora y formadora de Living Univertity of Terrain.
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